En la isla de CARAS, el flamante matrimonio disfrutó las bondades de un lugar que no conoce de avaricias. Anduvieron en jet-ski, compartieron románticos paseos en canoa y cenaron a la luz de las velas, según indica el libreto del amor. Espontáneos, simpáticos y sin ningún tipo de divismos: así son Ximena y Gustavo, quienes en su primer viaje al exterior, cambiaron el casillero de soltero por el de casado, y se embarcaron en un viaje de bodas soñado.
—¿Soñaban con una luna de miel en una isla?
—G: Es vivir lo que ves en las películas. Hay una vista y una energía increíbles. Este lugar es soñado, maravilloso.
—X: Nosotros queríamos ir a una isla, donde pudiéramos relajarnos, sin mucha gente.
—G: Es perfecto, como nuestro casamiento. Y la luna de miel también lo es porque la disfrutamos en el lugar ideal.
—¿Viven con intensidad?
—G y X: —¡Siempre!
X: Todo lo que hacemos es a full, tanto en el trabajo como en el amor. Siempre es todo o nada.
—G: No hacemos nunca las cosas a medias. Aunque no sé si está tan bien.
—X: ¿Por qué no está bien?
—G: Porque existen grises y uno los ve sólo cuando para la moto. En el trajín siempre es negro o blanco. Pareciera que uno tiene que tomar decisiones rápidas porque si no te comen. Es como si vivieras en una selva.
—¿Antes de Gran Hermano vivían así?
—X: También. Siempre cada uno de nosotros fue el motor de su familia. Y ahora que uno pueda disfrutar está bueno. Por eso debe ser que nosotros vivimos tan intensamente.
—G: Desde el 4 de agosto de 2001 hasta ahora fue todo maravilloso.
—X: Y apostamos a que siga siendo de esa forma.
—¿Cómo los sorprendió el hecho de encontrar el amor dentro de un reality?
—X: Fue muy raro porque cuando menos te lo esperás te llega.
—G: Tampoco era el ámbito, un lugar donde te mira un país entero.
—X: Y fue insólito. No me podía pasar algo normal.
—G: ¿Querés decir que fuiste anormal toda tu vida? (risas)
—X: Puede ser. Y me tocó un anormal.
—¿Cómo vivía adentro de la Casa con este hombre al acecho?
—X: Fue complicado, tenía muy en claro que si estabas con alguien no ganabas. Pero todo pudo más. Cuando nos contábamos nuestras historias vimos que coincidíamos en muchas cosas.
—G: El ser un generador o un motor en nuestras familias. Yo vivía con mi viejo y perdí a mi vieja. Quedamos los dos solos.
—X: También tuve una historia complicada, con una infancia en la que mi mamá tuvo que cumplir ambos roles.
—¿Su padre no asistió a la boda, Ximena?
—X: No estuvo presente. De hecho, a la iglesia entré con mi suegro.
—G: Que se lo merecía.
—X: Obvio, tu papá es un grande. Entonces las historias coincidían y ambos teníamos la idea de formar una familia y de tener hijos.
—¿Cómo siguió la relación fuera de la Casa?
—G: Igual, seguimos manejando los mismo códigos. Ninguno se llevó un chasco con el otro.
—¿Cuánto tiempo pasó para que se fueran a vivir juntos?
—X: Nunca nos separamos.
—G: Nosotros empezamos a convivir sin conocernos. Fuera de GH lo hicimos un poco en mi casa y en la de mi suegra, hasta que alquilamos un departamento. Después compramos uno miniatura hasta que nos mudamos a una casa más grande.
—¿Construyeron juntos una pareja y, al mismo tiempo, una carrera?
—G: Fue algo que se generó naturalmente. Y, ojo, se dio con mis celos y con los de ella. Cuando la Negra va a un boliche los flacos se mueren y, si uno es muy celoso, es difícil bancárselo. Contále la primera vez que vi que dos bailarines te levantaron de la cola.
—X: Después de ver un ensayo, Gustavo me dijo: “¿Cómo puede ser que estos tipos te toquen toda para levantarte? Yo me peleé con mi novia porque me dijo que iba a tomar clases de salsa, ¿y ahora esto?”. No lo podía creer. —G: Para mí era chino básico. Pero ella me tenía que convencer por el lado de la confianza. Nosotros hacía apenas un mes y medio que vivíamos juntos, afuera de la Casa.
—¿Qué aspecto de él le llamó la atención la primera vez que lo vio?
—X: La verdad que nada (risas). Pero después me fue conquistando su forma de ser. Su buena onda, que regocija.
—¿Y a usted, Gustavo?
—G: El tajo en la pollera de la primera noche (risas). La vi auténtica y le creí siempre.
—¿Ahora van por los hijos?
—X: Tenemos ganas.
—G: Es un tema que se habla, pero ella ahora está trabajando muy bien y hay que aprovecharlo y disfrutarlo. Entonces todavía no es el momento, falta un poquito. Capaz que el día de mañana yo exploto laboralmente y le digo que se relaje un año y se ponga en planes de madre. Desde 2001 la vida me sorprende a todo momento.
—¿Lo imagina como padre?
—X: Será el mejor papá. Le encantan los chicos y ama a su sobrino. Desea un hijo.
—G: Unos cuantos. Yo quiero tener un montón para llevarlos en una camioneta; decir de golpe: “Todos a mamá” y en ese momento tirarnos encima de ella.
—¿Cómo manejará los celos, si tiene hijas?
—G: Qué mal que me pone ese tema. Hasta que no llegue un varón no pararemos de buscar. Igual, mi sobrino se va a encargar de cuidar a todas.
—¿De qué manera la imagina a Ximena mamá?
—G: Como una leona a la hora de defender a sus hijos.
—¿Cómo es Gustavo?
—X: Es muy ansioso, quiere todo para ayer. Es un nene. Pero me gusta poder sobreprotegerlo. Al mismo tiempo sé que a mí no me toca nadie, él me recontra protege.
—¿Hace de madre por momentos?
—X: A veces sí. Pero lo paso bien. Nos divertimos mucho juntos. No sabemos lo que es el tedio. Vamos en el auto, paramos en el semáforo y miramos a otras parejas que ni se hablan. Nosotros, en cambio, disfrutamos todos los momentos.
—¿Es romántico?
—X: Es muy «chongón».
—G: ¿Querés decir que soy medio bruto?
—X: ¡Vos lo dijiste! No me gustan los hombres muy refinados, sino el chico de barrio. El hace los mejores asados pero de las cenas románticas me ocupo yo.
—G: Lo hace tan bien, que no tiene sentido que yo me meta.
—¿Se permiten el mal humor?
—G: Como dice Moria (Casán): Todo lo que entra tiene que salir. Si lo guardás, se pudre.
—X: No nos peleamos mucho
—G: Pero cuando lo hacemos...
—X: Cada uno expone su punto de vista con su propio estilo.
—G: Ella lo hace a su manera y yo, a la mía. Después está todo bien.
—¿Cómo se complementan?
—G: No está determinado ni está asignado. Nuestra relación es como el rating, vivimos el minuto a minuto.
—X: Entre nosotros no existen las órdenes. Si alguien hace algo no es porque el otro se lo haya impuesto. Somos desobedientes. Pero también hay un equilibrio y no hay que tirar de la soga.
—G: ¡Vos tirás! Sos medio susceptible también...
—X: Sabés que no. Más de una vez te escuché decir que me gané el cielo por cómo te trato.
—G: Y, te lo ganaste... No es fácil estar conmigo. Por suerte la mayoría de las veces tengo la razón.
—¿Quién es el dueño de la verdad en casa?
—X: Yo. Siempre.
—G: No, la tengo yo.
—X: ¿Cuál es siempre tu última palabra? Decís: “Está bien, Negra, tenés razón”.
—G: Bueno, ¿pero tengo la última palabra o no?
—X: O tenemos la opción `sí, mi amor´.
—G: Está bien, hago lo que quiero pero la última palabra la tiene ella. A ver si me deja...
—¿Se imaginan de ancianos?
—G: Sí y no.
—X: Yo, si.
—G: Es que no quisiera ser viejo nunca.
—X: Vas a ser un pende-viejo.
—G: Voy a tener 80 años y saldré con toda la onda, como un viejo copado.
—X: Pero, en definitiva, vas a ser un viejo.
—Casi nunca logran ponerse de acuerdo. ¿Puede ser que ese sea el secreto de la relación?
—G: Tenemos formas distintas pero somos iguales; cada uno aporta su locura y logramos un equilibrio. Para cerrar, por si te quedó alguna duda, yo, viejo no voy a ser nunca, nunca
Fuente: Revista Caras
1 comentario:
hola q hermosa mujerq sos me gustas un monton te haria de todo me gustaa tu cola como te la haria marcelo_fabian64@hotmail.com agregame.
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