-Te va bien en la tele, te va bien en el teatro… A esta altura, no le debés tener miedo a nada.
-No te creas, tengo mis fobias. A la tecnología, por ejemplo. No entiendo nada de mails, ni de celulares, ni de computadoras, nada. Ni tengo la voluntad de aprender. Soy reacio.
-Sos chapado a la antigua…
-Soy un tipo de los de antes. Gracias si les leo los mensajitos de texto a mis hijos.
-¿Cuántos tenés?
-Dos, uno de ocho y otro de once. Soy re papazo, me encantan los pibes.
-¿Y ellos qué dicen cuando te ven haciendo de gay?
-Se mueren de risa.
-¿Cómo fue el paso de galán a afeminado?
-Sigo siendo galán, pero para otro target (ríe). Estuvimos un año y medio charlando de esta obra con el director, y después tuvimos dos o tres meses de ensayo. “La Jaula de las Locas” es un clásico, y miré mucho las versiones anteriores, como la de Jean Poiret. Me gusta más la versión francesa que la norteamericana, pero admiro el trabajo de Robin Williams, y traté de imitarlo.
-Te tocó un personaje muy rico, y permitíme decirte que estás haciendo un trabajo formidable.
-Gracias. Creo que la prensa está sorprendida, vieron una labor diferente. Es un desafío piola, porque yo nunca había hecho un gay, más allá de caricaturas, un gay de verdad. Por eso elegí esta obra: es la expresión máxima del movimiento gay, la cúspide de la cultura homosexual… Y me pareció que me iba a agregar cosas nuevas, iba a conocer lugares en los que no había estado nunca. Todos los actores queremos eso.
-¿¿Qué cosa??
-Encarar desafíos.
-Ah, qué susto, pensé que decías hacerse gay.
-Ojo, que todos los hombres tenemos nuestro costado femenino.
-¿Cuál es el tuyo? No te veo muy metrosexual…
-No te creas. Mirá, ¡me hice los claritos! (ríe) Antes, el cuidado físico era propiedad de la mujer , ahora está equiparado… Que los implantes de pelo, que la manicura. El hombre se mete en la peluquería y se pasa tres horas.
-A la hora de construir un personaje, ¿qué diferencias encontrás entre el teatro y la tele?
-En teatro tenés más tiempo de elaborar los personajes. Y en tele llegás al público de otra forma, no sabés qué parte de tu gesto está tomando la cámara en cada momento. Los claritos que me hice en el pelo, por ejemplo, salen en la tele: en el teatro no se ve nada.
-¿Qué te gusta más?
-Es difícil… A mi me fascina la televisión. Miro todo, canales de aire sobre todo, porque de esto vivo. No me desespero por el rating pero me fijo. También me gusta mucho mirar fútbol y documentales por Animal Channel o Discovery.
-¿Cómo llegaste a la TV?
-Empecé en el 80 en producción, por Minguito, que era mi suegro. Hice un montón de cosas antes de actuar, pero desde chico me gustaba esto. Hay gente que ha estudiado mucho, yo nunca. Empecé de atrás de cámara. Ojo, no digo que estudiar no sea bueno, pero laburando se aprende mucho.
-¿Qué recordás de tu trabajo con Minguito?
-Fue una época extraordinaria. Yo empezaba en todo esto, él tenía un éxito rotundo: radio, tele, cine, y yo lo acompañaba a todos lados. Era mucha información de golpe, pero lo disfruté mucho. Él era una persona extraordinaria, un tipo muy generoso. De él aprendí cómo trataba a la gente que laburaba con él. Era muy querido por todos, tanto dentro del ambiente como fuera.
-Vos también sos un tipo querido…
-Gracias. Hay una frase muy linda de China Zorrilla, que dice "para llegar a ser creíble, primero hay que ser querible"
-¿Te sentís tan querible en el teatro como en la tele? ¿La gente te grita "Renato" (su personaje en La Jaula) por la calle?
-No tanto. Pero me esperan en la puerta del teatro para felicitarme. Lo que tiene la tele es que hacés el mismo personaje todo el año, y va tomando diferentes matices, va viviendo diferentes situaciones. En el teatro no, va a ser igual de la primera a la última función. Después de un tiempo ya sabes dónde están los goles, qué bocadillos hacen reir… Pero cada público es distinto, y siempre hay alguna cosita diferente.
-¿Se hacen bromas pesadas, como cambiar un diálogo de improviso?
-No, por suerte no. Carnaghi me hace reir sin bromas sucias, se le escapan cosas que causan gracia sin querer.
-Y estando los dos con las plumas puestas. ¿No se pelean por el cartel, como las vedettes?
-Para nada. Eso tiene que ver con la seguridad. El que es inseguro va a estar siempre con problemas de cartel, que si yo soy más importante que el otro, que si me aplaudieron a mí o a él. Y esas cosas se trasmiten. Yo he encabezado elencos y he tenido papeles menores. Pero no hay papeles chicos o grandes. Hay actores chicos o grandes. Los papeles son todos importantes.
-Como en el fútbol, sin defensores no hay equipo.
-¡Claro! Si todos patean al arco pueden meter 40 goles pero los otros les van a meter 42. Yo no mido el éxito en puntos de rating. El éxito es cuando al que observa se le trasmite que las cosas están bien.
-Pasamos al plano personal. ¿Sos casado?
-Si, hace 21 años. Y soy un marido fiel. Me gustan las minas, no es que no, pero…
-Pero hay que ser macho de verdad para seguir atendiendo a la misma después de 20 años…
-¡Eso! Y todos los días dos. Dos de enero, dos de febrero, dos de marzo (risas)
¿Qué hacés para no aburrirte?
-Vamos con todo adentro, juguetes, lencería… Soy de disfrazarme. Mi amigo Nito Artaza me contaba que con su mujer componía personajes completos: un día era Grondona, otro Lanata.
-Perdonáme, Miguel, pero eso a mí me la baja…
-Y bueno, lo lamento… Un actor siempre va a poner imaginación.
miércoles, 2 de mayo de 2007
Miguel Angel Rodríguez
Fue galán sin ser buen mozo, hizo cine, teatro y tele sin haber estudiado y ahora compone a un gay en 'La jaula de las locas'. En el medio, desde hace 30 años todos dicen que es buen tipo. Debe serlo, nomás.
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